El enemigo está dentro



Edi 1 octubre El enemigo está dentro

No es la primera vez que abordo este tema, son muchas a lo largo de estos tres últimos lustros las que sólo lo he sobrevolado para no hacer sangre ni daño, que no es poco. Viene a colación este titular al respecto de las extrañas y alevosas maniobras malintencionadas que realizan algunos ganaderos, veedores y revendedores de toros a las peñas y comisiones. Los casos son bien conocidos, incluso ha sido una práctica habitual a lo largo de la historia.

El problema es que se sigue haciendo hoy en día buscándole todas las picarescas posibles, y más en un momento donde la administración está muy recelosa con este asunto y quiere erradicarlo y, el aficionado no aguanta más.

Se trata de la problemática de la compra-venta de los toros toreados, tentados o exhibidos que se venden después a las comisiones y peñas como toros limpios y sin lidiar. ¡Ahí está el fraude!
Un toro que el ganadero estime que puede ser un buen semental para él puede llegar a ser entado con ramas, o “quemarlo” con la muleta. Si después no le da el resultado que desea sobre los hijos que produce, puede decidir echarlo a las calles, o incuso a una plaza si solo ha sido rameado. Hasta ahí correcto. Pero debe de hacerlo con un documento donde lo indique, no puede firmar un compromiso como que está limpio y virgen ya que está engañando y defraudando con alevosía, prevaricación y falsedad, y puede ser condenado por ello.
Los problemas más graves vienen cuando los ganaderos corruptos torean un toro a puerta cerrada y después lo echan a las calle sin avisar a los compradores. O cuando lidian un toro en otro espectáculo taurino, se lo vuelven a llevar a la finca con guía de vida, y lo vuelven a revender a otra comisión como virgen y con el debido engaño de un certificado falso. Ahí debería venderse con esa condición recalcar el estado del animal y, las peñas compradoras hacer lo mismo, indicarlo en el cartel o en los programas de fiestas (toro toreado en finca, o etc). Y si no lo hacen, denunciarlas también. Así, evitaríamos muchos sustos y disgustos posteriores.

De este espinoso tema, me intranquiliza más el ganadero que vende como limpio un toro al que incluso le pican y banderillean en la finca, después los cura, y revende a la calle con engaños. Eso es de cuatreros.Otro tema diferente, y que hay que tratar con pinzas, es el toro que viene de Portugal. Como es bien sabido, en este país no se matan los toros en las corridas, tremendo fallo. Cuando acaba su lidia, se meten a corrales y o bien se llevan a  matadero, o bien se los vuelve a llevar el ganadero o comprador, los cura, y normalmente van a las calles del país lusitano.

El problema es cuando entran estos toros en España y se revenden a peñas con el dichoso certificado de limpio. Eso es delito de estafa y debe ser denunciado también.En este peliagudo fondo de porquería es donde debería meter mano la administración de justicia y la de agricultura y presionar con fuertes sanciones a quien realice estas actividades delinquivas, ahí es donde las Asociaciones de ganaderos, a los que la boca se les llena de buenas palabras hacia los aficionados de las calles, deberían castigar a los que engañan, ahí es donde las entidades importantes, incluida Fundación, deberían quejarse públicamente y solicitar responsabilidades penales, ahí es donde  el Ministerios de Agricultura debería obligar a que los veterinarios estén presentes en cualquier tienta que se realice a un toro en las fincas y que quedara registrado en los libro y bases de datos del Ocapa y demás estamentos, y después quedara reflejado en la documentación del toro de por vida. Entonces, solo entonces, el fraude estaría corregido desde abajo. Ahí es donde debe trabajar la figura del veterinario para evitar el fraude desde origen.

La solución no está en poner un veterinario en las fiestas para controlar el número del toro y darlo de baja para que no se vuelva a torear, o saber si nos están dando gato por liebre. Esto no evitará nada de lo expuesto anteriormente, todo seguirá igual porque la picaresca española es muy diversa. La solución está en cortar por lo sano cualquier posibilidad de fraude, empezando en la ganadería.

La frase: la primera vez que nos engañen será culpa del ganadero, la segunda será nuestra.

Hay que denunciar.

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